Hace algunos años, no comprendía la diferencia entre ser espiritual y ser religioso. Sin embargo un día, una linda persona que conozco, que trabaja con medicina ancestral y natural, al conocer a mi padrastro me afirmó que él era un ser muy espiritual. La verdad no entendía por qué me decía eso e incluso me puse a reír, pues mi padrastro es ateo. Ella me explicó que era muy diferente creer en alguna religión a ser espiritual, y aunque no me explicó en detalle, recuerdo mucho que me habló del amor incondicional que había visto en él. Me dejó pensando y después de ese momento entendí… Rodri, mi padrastro, a pesar de no creer en ninguna religión, es un ser lleno de este sentimiento; siempre feliz, con una sonrisa en su cara, dispuesto a servir de forma incondicional y desinteresada. Allí empecé a entender la gran diferencia.
La espiritualidad nos lleva a preguntarnos sobre el sentido y el propósito de nuestra vida; vincula lo más profundo de nuestro interior, con la inmensidad de lo universal; es la que nos permite comprender el mundo, a los demás y a nosotros mismos, desde una perspectiva diferente a la que siempre hemos tenido, mucho más profunda, llena de consciencia y sentido.
La inteligencia espiritual nos permite resolver y afrontar problemas, ver nuestra vida desde otra perspectiva, en un contexto más amplio y significativo. También nos ayuda a determinar qué camino es más valioso en determinado momento.
La espiritualidad no tiene nada que ver con la religión y tiene todo que ver con el Amor. Ahora tiene mucho sentido tantas veces que había escuchado la frase “Dios es Amor”.
En cambio de generar diferencias o divisiones por creencias o conceptos, la espiritualidad es puramente unificadora y lo más importante es que se puede aprender y desarrollar. Es por todo esto que uno de los principales objetivos de nuestra marca, es ayudar a las personas a aumentar su inteligencia espiritual; pues estamos convencidos que ésta es la base para una vida feliz, plena y llena de propósito.
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